Julio será el mes de mi cumpleaños y como todos los años mi mente me lleva a hacer ese resumen/destacado lo que pasó en el ciclo que termina.

Como mi optimismo habitual, este ciclo es totalmente positivo y trajo muchísimas cosas buenas. Este año me enseñó cosas que no estaban en ningún patrón.
Aprendí puntos nuevos, sí. Pero sobre todo, me conocí un poquito más.

Como tejedora, entendí -una vez más- que no todo tiene que ser perfecto. Que un punto tejido más feito no es un error: a veces es una historia. Que tejer lento también es avanzar, y que la lana no solo abriga, también sana.

Como emprendedora, aprendí a confiar en mi ritmo. Confirmé que Crochetmarce es “bien único” porque hace mucho tiempo dejó de ser una tiendita de hilados para convertirse en algo muchísimo más grande y más reconfortante. Aprendí a decir "no" cuando algo no vibra con mi esencia y que mi proyecto no tiene que ser gigante para ser valioso.

Como persona, descubrí la importancia de volver a mí. De bajarle el volumen al mundo y subírselo a mi intuición. Aprendí que descansar no es rendirse. Que rodearme de gente linda (en redes y en la vida real) es parte del autocuidado. Y que cada cosa que creo con mis manos, también me crea a mí.

Este año no me trajo certezas absolutas. Pero me regaló algo mejor: “la certeza de que voy por buen camino, y que el camino también me está haciendo a mí”. Gracias por estar del otro lado. Gracias por cada me gusta, cada palabra, cada compra hecha con amor.
Seguimos tejiendo juntas. 💜